En este blog se habla de diferentes majaderías poco beneméritas, según los criterios propios de higiene personal y según el grado conexo de trastorno mental entre inmundicias. Basureros, barrenderos y asimilados, por el bien del reciclaje, tendrán aquí prioridad de paso. La ínsula de Terrassa, en su vasta extensión escatológica, servirá como planta de transferencia, como marca de alcantarilla e imbornal de disparates, como lugar de recreo común para la merienda microbiana (el picnic-trash), para la evacuación de las aguas menores (a modo de baldeo) y para el descanso de los pacíficos oriundos del saneamiento urbano. Los asuntos tangenciales del resto del mundo se ceden al romance guarrindongo o a las fragancias que lleguen de los muladares de la periferia, al buen tuntún. Siempre, por tanto, se procurará barrer para casa, aunque siempre se procurará dejar el espacio primorosamente limpio, sin polvo y sin mugre. Las cerdas del cepillo se han colocado buscando ductilidad y escobazos llevaderos, pero son las que son. Al salir, pueden (o no) depositar los desechos en el cubo de basura: no se garantiza la recogida. Si, aun así, necesitan un quitamanchas, hay droguerías de sobra y, también, excelentes remedios caseros.