Eu sou catador

“La basura se está volviendo cada día en un problema más serio”, decía el conocido músico y escritor Chico Buarque en la campaña Limpa Brasil que se realizó durante el pasado verano de 2011 con la intención de retirar desechos de las ciudades a través del voluntariado, centrándose en una jornada de trabajo colectivo, y de concienciar a la población en relación a los residuos que genera, procurando la mejora de hábitos. Los catadores, en Brasil, son aquellas personas que rebuscan en la basura, en calles o vertederos, a la caza de objetos y materiales que se puedan reaprovechar, rescatar, reciclar, reutilizar, recuperar, reintegrar, reparar, valorar, vender, volver a poner en circulación…Los catadores (recolectores) viven de remover los desperdicios de otros. Películas como Estamira (2004) o Waste Land (2010), grabadas en uno de los mayores basurales del mundo, el Jardim Gramacho –recientemente clausurado-, en Río de Janeiro, dan buena cuenta del tipo de existencia que llevan esas gentes, en el lado menos amable y más marginal del gran monstruo capitalista, y de su lucha cotidiana, su importancia y su valor medioambiental en una sociedad no acostumbrada a pensar en las consecuencias futuras de un atracón tóxico, dañino, destructivamente feliz e irreflexivamente repugnante. Porque pensar en ello cuesta cuando no se recoge papel moneda a corto plazo. Porque pensar en ello cuesta cuando el estómago no permite moratorias y las montañas de inmundicia esconden cualquier horizonte.“Eu sou catador” fue el lema de la campaña en la que participaron activamente compositores como Milton Nascimiento o Chico Buarque, dos tipos armoniosos y pulcros de largo recorrido, comprometidos musicalmente desde los tiempos de una dictadura que ordenaba callar y contaminaba las tierras del Cono Sur, ya suficientemente contaminadas por entonces. Un Chico Buarque que, junto al tropicalista Gilberto Gil, nos mostró una especial – pero no del todo afortunada- interpretación de las manos de limpieza necesarias. Un Chico Buarque cuyas palabras casi siempre suenan bien, íntimas, genuinas y sin grandes estridencias, hasta bañadas en almíbar y escupidas como golosina popular: no en vano compartió escenarios con el mismísimo Vinicius de Moraes. Un hombre de ojos claros y sonrisa sin demasiadas manchas, un recolector de versos e historias, un elegante reciclador de basura delicada y exquisita, entre ratas poéticas y trágicas construcciones de cimientos traslaticios. Un louco varrido que gusta a toda hija de vecino, catador, catártico y cantarín.