Las escobas de las pirujas

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A mediados del siglo XV surgen las primeras manifestaciones, imágenes y creencias que asocian escobas voladoras con brujería. Desde entonces, y hasta entrado el siglo XVIII, cientos de miles de “brujas” fueron ejecutadas en Europa, la mayoría en la hoguera, en un genocidio amparado en la labor inquisitorial protestante y católica, que de todo hubo. Presuntamente, las brujas volaban sobre escobas, palos, horquetas y toneles, entre otras cosas, para trasladarse a los aquelarres, donde daban rienda suelta a su maléfica y demoníaca existencia, usando unturas, brebajes, pócimas y todo tipo de pomadas. Numerosas testificaciones en disparatados procesos y las propias confesiones de las encausadas -obtenidas mediante horribles torturas- confirmaban -¡glups!- la presencia de objetos ordinarios para la locomoción por los aires.

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El empleo de ungüentos con sustancias y hierbas alucinógenas (beleño, belladona, estramonio, mandrágora…) aplicados en los palos de escoba y administrados por mucosas genitales y ano, como “consolador químicamente reforzado” -en palabras de Antonio Escohotado-, podría explicar la sensación de ingravidez, la levitación, el cabalgar lunático y alucinaciones tales como el transporte aéreo de los cuerpos (low cost). Hay personas, por tanto, que se masturban muy bien y buscan una extática y etérea clarividencia, en conciliábulo o en tenebrosa soledad, hasta l@s barrender@s…y las brujas.