República (triste) de barrenderos

barrenderos

A Alfonso XIII (1886-1941), bisabuelo de nuestro Felipe VI, le gustaba decir que “hubiese sido feliz siendo un simple barrendero de la Puerta del Sol”. No obstante, nunca barrió las calles con carrito, capazo y escoba, al menos en el sentido literal, que se sepa. Apoyó, eso sí, la draconiana dictadura de Miguel Primo de Rivera y quiso, luego, rectificar, hacer como si nada y salir airoso por la senda constitucional, como alguno de sus antepasados más felones. No lo consiguió: las borbonadas estaban ya muy vistas, aunque después vendrían otras de mucho más empaque y jugo (aunque esa es otra historia). Cuando se plantearon elecciones municipales, el 12 de abril de 1931, éstas se consideraron como un plebiscito entre monarquía y república. El triunfo de las fuerzas republicanas en las principales capitales de provincia y en numerosas villas frente a los monárquicos alfonsinos llevó a la proclamación de la II República en España…y Alfonso partió lejos, rumbo al exilio, a vivir desarraigado de hotel en hotel, de país en país hasta morir en la Italia fascista, donde no sufrió hambrunas ni tuvo que vestir –¡snif!- uniforme de operario de limpieza urbana.

El 14 de abril de 1931, el mismo día de la proclamación de la II República, los barrenderos de Madrid desfilaron contentos, en gran algarabía y con sus útiles de trabajo por las principales calles de la ciudad cantando una cancioncilla sobre el reciente rey destronado: “Que no se ha ido, que le hemos barrido, que no se ha marchado, que le hemos echado”.

Menos contentos estuvieron cuando, pocos años después, finiquitado el sueño republicano por un golpe de estado y una cruenta guerra civil, los sanguinarios franquistas –que a la postre legitimarían de nuevo lo borbónico a través de Juan Carlos I- decidieron purgar incluso a la plantilla de barrenderos de la capital, fusilando a unos cuantos de ellos, mandando a campos de concentración a otros tantos y represaliando a los que creían que aún tenían ganas de juerga. Y la Puerta del Sol, mientras tanto, siguió sin barrerse regiamente.