El humorista Josema Yuste, añorado hombre de empanadillas y nochevieja a las trece, se metió en el papel de un ejecutivo sin demasiados escrúpulos, Tomás Bernal, el Tiburón del Tibidabo, un asesor financiero agresivo, oportunista y firme adepto de la cultura del pelotazo, un exitoso joputa de los negocios. Tomás trabajaba para la firma Bürman & Bürman…y estaba encantado de no tener entrañas. En la película en la que se narran sus peripecias, Adiós Tiburón (1996), participan actores de indudable vis cómica y otros que resultan cómicos a su pesar: José Sazatornil, Agustín González, Enrique San Francisco, Isabel Serrano, Manuel “Manolito” Alexandre, Remedios Cervantes, Benito Pocino, Anne Igartiburu, Llàtzer Escarceller… Gran parte del rodaje tuvo lugar en la cocapital egarense del Vallès Occidental, en pasillos y habitaciones del Hospital de Terrassa.
Adiós Tiburón exhala calidad y tiene un argumento poético y muy bien hilvanado, una trama de encaje de bolillos. Tomás, triunfador y cabrón, compra acciones de unos laboratorios a espaldas del consejo de administración de su empresa porque confía ciegamente en la seguridad de la inversión y en las potencialidades económicas de un medicamento “capaz de borrar la nostalgia y la tristeza con una sola dosis», liberando también al paciente de la adicción a los fármacos. El asunto no sale como esperaba: asesinan al descubridor de la fórmula milagrosa y ésta se pierde de los laboratorios, con consecuencias nefastas para la operación financiera diseñada. El Tiburón del Tibidabo es despedido y entra en barrena picada, quedándose sin aleta y sin un chavo en el bolsillo. Repudiado por su entorno, decide, entonces, recuperar la fórmula y su posición social anterior, de gran consumidor y perfecto escualo dentado. Las pistas y pesquisas le llevan hasta el Hospital de Terrassa, donde Tomás, entre otras mamarrachadas, participa en carreras de sillas de ruedas con apuestas, baila reggae entre enfermeros, se disfraza de limpiadora con fregona, asiste como médico en un parto, se acuesta con pacientes con trastornos digestivos, se toma pastillitas de la risa, entabla pícaras conversaciones con suicidas, reflexiona sobre la lobotomía y está a punto de ser liquidado por un francotirador italiano de la mafia, Garabito, que tiene la misma cara que Mortadelo. La cosa acaba con un juicio de astracanada, multitudinario y abstruso, con carcajadas por doquier. Muy recomendable la peli, opino, si se ha perdido completamente la cordura y el buen gusto.
En una de sus escenas, el protagonista, Josema Yuste, aparece montado en un estribo de un camión de basura de Eco-Equip, la empresa municipal que se encarga en Terrassa de la recogida de residuos sólidos urbanos desde 1985, cuyos operarios hicieron de figurantes. El camión, un Pegaso con matrícula de Barcelona, es el medio de transporte que utiliza Tomás –tras ser mandado a la mierda- para llegar al Hospital de Terrassa. Mientras tanto, los empleados de Eco-Equip simulan su trabajo habitual de carga ataviados con su antiguo uniforme de colores rosados, colores que fueron sustituidos poco después por una combinación fosforito de azules y amarillos. Cuando el camión de basura sale en pantalla, cuando los chicarrones de Eco-Equip ya se vislumbran, empieza a sonar una exquisita y elaborada canción de autor, con un mensaje anti-sablista y de cautela dineraria ante los depredadores: “Ten cuidado donde te bañas, esconde la cartera de las manos largas y de la vista certera”. Y, según se cuenta, los operarios de Eco-Equip pudieron bañarse prácticamente gratis en la comicidad durante las dos noches en las que se requirieron los bártulos basureros y sus servicios como extras: en ambas jornadas, compartieron cena de catering con los actores del filme. Cine basura y basureros, en íntimo tentempié de hilaridad…y quizás escondiéndose la cartera.