El cubilote de los hermanos Marx

Plumas de Caballo

Los hermanos Marx se dejaron fotografiar dentro de un enorme cubo de basura para la portada de la revista Time (15 de agosto de 1932), laurel que obtuvieron tras el formidable éxito de la película Plumas de Caballo, donde consiguen ganar un partido de fútbol americano gracias a los aperos propios de la limpieza viaria. Los basureros, los barrenderos y demás técnicos de salubridad (poceros, traperos, chatarreros, fregadores, ambientalistas, etcétera) pueden henchirse de orgullo al contemplar la imagen de Zeppo y los geniales Groucho, Harpo y Chico -sólo falta Gummo en esa estampa de los cachorros de su misma madre, Minnie- en el interior de un recipiente destinado a los desperdicios y a la porquería, sobre un carro callejero de saneamiento. Cualquiera con el alma acrisolada se sentiría plenamente satisfecho al recoger una centésima parte del talento acumulado en ese cubo de portada. Una portada en la que hasta Groucho blande un escobón y que, tal vez, fue concebida como tributo a los profesionales del colectivo que tanto contribuyó a aupar a los comediantes al estrellato mundial. Porque los basureros, sin duda, tienen un papel fundamental en la carrera de los Marx.

En una respuesta dirigida a Eddie Cantor, cantante, actor y practicante de otros oficios faranduleros, Julius Henry, Groucho, el más vitriólico y recordado de los hermanos Marx, explicaba un gag que llevaron a cabo años atrás en un espectáculo de vodevil, Home Again. Lo reseñaba como un eficaz modelo a seguir para cosechar instantáneamente grandes risotadas. El gag se desarrollaba cuando uno de los hermanos irrumpía en el número y decía: “Papá, el basurero ya está aquí”. Groucho replicaba: “Dile que hoy no queremos nada”.

Algo parecido se cuenta en el libro Harpo Habla, del mismísimo Adolph,o sea, del posterior Arthur, o sea, de Harpo, el mudo que no lo era, el otro gran portento -versión pantomima- de la familia. Según Harpo, los hermanos Marx fueron contratados para actuar durante una semana en un teatro de la ciudad de Kalamazoo. Harpo, con su peluca roja destartalada, hacía el papel del inmigrante irlandés Patsy Brannigan, que llevaba a cuestas un cubo de basura. En la primera función, cuando él entró en escena, uno de los otros personajes le preguntó sobre su identidad. Harpo, que todavía no había enmudecido a su criatura artística, contestó: “Hombre, pues soy Patsy Brannigan, el basurero” De nuevo, el chiste estaba casi hecho: “Lo siento, no necesitamos por el momento”. El público agradeció con sonoras carcajadas la ocurrencia. El dueño del local, sin embargo, no se tomó nada bien este sketch y decidió despedir a los hermanos inmediatamente. Según cuenta Harpo, la mujer del propietario del teatro se había fugado a Escanaba con un basurero municipal, lo que por allí se había convertido en motivo de escarnio y en vox pópuli. Ante el notorio agravio sufrido, el empresario los echó a la calle, por más que los hermanos Marx desconociesen con anterioridad la perversa comidilla.

Los echaron, en suma, por el amor irrefrenable de un basurero y de una esposa con más horizontes que la mera fidelidad abnegada. No obstante, el diario local de Kalamazoo dedicó a los hermanos unas muy buenas críticas, buenísimas. Harpo cuenta que su madre, la excepcional Minnie, la representante-coraje y el incombustible motor para el lanzamiento de sus hijos, leyó esas críticas varias veces y que fue entonces cuando les dijo: “Chicos, estamos listos para hacer un circuito. Tenemos que ir donde los grandes agentes puedan vernos” Y así llegó Broadway y después Hollywood y el cine y la portada “basurillas” del Time y las risas que aún no cesan. ¡Qué linda es alguna inmundicia!

Y también dos huevos duros:

Chica de la limpieza: «Vengo a barrer el camarote».

Groucho : «Precisamente lo que hacía falta. ¡Manos a la obra! Tendrá que empezar por el techo que es el único sitio que no está ocupado todavía».