Letrinas palaciegas

vaterharrington

Tras siglos de decadencia y de impúdicos esfínteres, llegó Sir John Harington, un tipo extravagante y travieso, escritor, poeta, artista de epigramas y de ingenio escatológico, un picarón consentido, educado en Eton y en Cambridge.

John Harington era ahijado de Isabel I de Inglaterra, la última Tudor, la Reina Virgen, la protestante. Ésta tuvo varios desencuentros con él y siempre, transcurrido un tiempo prudencial, le acababa perdonando: así son las madrinas solteras con sus queridos golfantes. Entre las hazañas que se atribuyen al escritor destaca la traducción al inglés (íntegra) de la obra cumbre de Ludovico Ariosto, Orlando Furioso, un complejo peñazo de 40.000 versos, relamidos en octavas reales. Una traducción que Isabel I impuso como castigo a Harington por su predisposición hacia los personajes que describían a las mujeres como seres lascivos e infieles.

John Harington también es el autor de The metamorphosis of Ajax: a new discourse on a stale subject y de And Apologie for Ajax, textos por los que fue desterrado. Porque Ajax, de Ayáx el Grande -el héroe mitológico griego que combate junto con Aquiles en la guerra de Troya-, fue el nombre con el que Harington bautizó a su invento para las deposiciones humanas, el inodoro con cisterna de agua, el water-closet, el WC, si bien todavía sin sifón y sin conexión con el alcantarillado (que no existía en aquellos lares de la Pérfida Albión).

Tras uno de sus rifirrafes con la reina, Harington había ideado un pulcro sistema para congraciarse con ella que versaba sobre la problemática de sus mierdas y orines regios, un sistema destinado, según decía, a convertir la peor de las alcobas en “tan dulce como la mejor cámara”. La reina, en principio encantada, colocó el armatoste en su palacio de Richmond. El propio Harington, también muy higiénico, se instaló otro en su vivienda. Fueron los dos únicos retretes que se conocieron en los siguientes siglos.

Cuando en 1596 Harington publicó sus textos sobre el Ajax, de satírico contenido político y bajo el pseudónimo de Misacmos Muse, la descripción detallada que hacía del aparato fue objeto de burla y rechazo. La reina Isabel, nuevamente, le expulsó de la corte por falta de decoro y Sir John nunca más volvió a restablecerse del todo de sus diarreas.

Hasta que Alexander Cummings -ya a finales del XVIII- se puso en serio, el inodoro permaneció en el más absoluto de los olvidos. Desde entonces, con mayor o menor fortuna, se ha rehabilitado la figura de Harington: hay lugares en los que al váter lo siguen llamando john, en homenaje a su precursor isabelino.

PD- Hoy, 19 de noviembre, por cierto, es el Día Mundial del Retrete, coincidiendo con el Día Mundial del Hombre, genuinamente masculino. La ONU informa: unos 2.500 millones de personas no tienen acceso a instalaciones de saneamiento adecuadas, como retretes o letrinas, lo que conlleva consecuencias trágicas para la salud, la dignidad y la seguridad humanas, así como para el medio ambiente y el desarrollo social y económico.«Igualdad y Dignidad» es el tema de este año (2014) del Día Mundial del Retrete. El objetivo es mostrar la amenaza de violencia sexual a la que se enfrentan las mujeres y las niñas debido a la falta de intimidad, y también las desigualdades presentes en el acceso al saneamiento. Por lo general, los retretes siguen sin adecuarse a las necesidades específicas de ciertos grupos de población, como las personas con discapacidad, los ancianos y las mujeres y niñas, que requieren instalaciones para atender su higiene durante la menstruación. Bajo el lema «NoPodemosEsperar», el Día Mundial del Retrete es la ocasión para llamar a la acción y resaltar la imperiosa necesidad de abandonar la práctica de la defecación al aire libre, especialmente en el caso de las mujeres y las niñas, quienes son particularmente vulnerables.