Salvapatrias de las escobas

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Esto de la corrupción, por favor, parece una cosa muy sucia y muy preocupante. Lo parece, sólo. Mariano Rajoy, el presi -¡Ánimo, Luis!-, en el hemiciclo del Congreso de los Diputados, comparece en noviembre de 2014 para anunciar medidas de limpieza, aunque “España no está corrompida, tiene algunos corruptos que están saliendo a la luz -la basura se saca-, y el resto está sana”. Sana como una manzana, con una “parte pequeña” podrida, pequeña pequeñita, minúscula, a título individual: Gürtel, Púnica, etcétera. Luego están las ignorantes dimisionarias, a título lucrativo, que no merecen más atención de los limpiadores, según los peperos de la bancada: Eurodisney es para los niños: lo sabe hasta el Tato, un gran torero.

No obstante, pese a que todo funciona razonablemente bien y estamos a punto de atar los perros con longanizas (de calidad garantizada), Rajoy piensa sacar brillo porque es un amante de la cosmética y también de la estética, amén del quirúrgico cometido higiénico. Los gatos, a lametones, que el agua no es necesaria en absoluto. El jefe del gobierno, il capo, ha lanzado una advertencia: “Algunos empiezan generalizando la corrupción, culpan a todos los políticos, siguen con la propia política y acaban señalando al sistema. Y a partir de ahí no queda espacio nada más que para los salvapatrias de las escobas, cuyo único programa consiste en barrer, con las consecuencias de todos conocidas”.

La oposición, en bloque, critica duramente al bueno de Mariano porque aparece sin sobres a la vista y sin apuntes contables fraudulentos. Mención aparte merece Alfred Bosch, de ERC, que le espeta: «Actuemos, es sencillo. Vamos a empezar a barrer. Queremos usar la escoba y barrer. ¿O acaso piensan esparcir toda esta porquería con un triste plumero? Necesitamos una escoba, un aspirador, un camión de la basura. Demuestren que quieren limpiar y no le nieguen a nadie la escoba. Si yo tuviera una escoba, cuántas cosas barrería». Y que se mueran los feos, que dirían Los Sírex. Yé-yé