Basura espacial

quark21

Temía Abraracurcix, el jefe galo de la irreductible aldea de Asterix, que el cielo le cayese sobre la cabeza. Cosa harto improbable, ciertamente. Sin embargo, ¡por tutatis!, la cantidad de basura en el espacio se ha multiplicado en los últimos años, orbitando alrededor de la tierra. La chatarra cósmica se ha convertido en un gran problema y nadie, hasta ahora, parece haber encontrado una solución adecuada. Material obsoleto, partículas artificiales y trozos de metal de distintas dimensiones giran sobre la atmósfera y ponen en peligro las telecomunicaciones, el control remoto, el potencial militar y, en general, el sueño espacial -¿pesadilla?- de las grandes potencias. Las estrategias de marcaje entre éstas pueden ser de lo más variopintas y disparatadas. Buena o mala, la huella del ser humano en el universo parece muy poco limpia. Restos de la megalomanía sideral, extraída siempre de las entrañas terrestres, pululan por el firmamento como grandes montones de desechos empujados a gran velocidad: en Futurama, la serie animada de Matt Groening, el profesor Hubert J. Farnsworth, inventor del oloroscopio, consigue deshacerse de una gran bola de basura que desde el cielo amenaza Nueva York gracias a enviar otra gran bola de porquería al espacio; en Quark, la escoba espacial, otra serie televisiva de finales de los setenta, la descacharrante tripulación de la United Galaxy Sanitation Patrol se dedica a recoger los desperdicios de las demás naves. Quizás algo así sea lo conveniente. Quizás. O dejar de hacer el canelo. Alea jacta est.