El don de la ubicuidad

Joseph Figlock trabajaba de barrendero en la Detroit (Michigan, Estados Juntillos) de los años treinta del siglo pasado, esto es, el siglo XX. Mientras discurría con sus quehaceres laborales, un día de 1937, un bebé que había caído por la ventana de un cuarto piso aterrizó sobre él, que amortiguó el golpe. Los dos sufrieron distintas heridas, pero lograron salvarse milagrosamente sin aparentes secuelas.

Menos de un año después, ya en 1938, Figlock se encontraba de nuevo barriendo con su escoba en la calle, como buen héroe que era, cuando otro bebé -se ve que Detroit era una ciudad propicia para caerse o para arrojar a la chiquillería por los cielos- cayó sobre él desde las alturas de otra cuarta planta de uno de los edificios colindantes. Otra vez ambos se salvaron, sin grandes consecuencias.

Desde entonces, se convirtió en un personaje popular en el vecindario. Salió hasta en la revista Time. Lo apodaron no sin cierta guasa “Baby Magnet”.